Lenguaje y economía: los pilares invisibles que sostienen la violencia contra las mujeres
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la magíster Susana Reina dictó la conferencia magistral “El poder del lenguaje frente a la violencia económica contra las mujeres”, un análisis profundo sobre cómo la palabra y la dependencia económica operan como dos ejes estructurales que permiten que la violencia machista persista en América Latina y el mundo.
Rey inició su intervención recordando el origen del 25 de noviembre, fecha que conmemora el asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, y mencionó también a las más de 180 mujeres políticas venezolanas actualmente encarceladas por expresar su opinión.
“Este día nos recuerda que la violencia no siempre comienza con un golpe. Muchas veces empieza con una palabra y casi siempre se sostiene con el control del dinero”, afirmó.
La violencia empieza en el lenguaje
La conferencista explicó que el lenguaje ha sido históricamente utilizado para excluir a las mujeres, borrarlas de los relatos y negarles un lugar como sujetas políticas.
Durante siglos —explicó— conceptos como “ciudadanos”, “hombres” o “la humanidad” fueron usados como universales, invisibilizando a las mujeres en leyes, libros, discursos y estadísticas.
Rey destacó que uno de los avances clave del feminismo fue justamente nombrar lo que antes no se decía: “violencia contra las mujeres”, “violencia machista”, “hermanas”, “nosotras”. Ese acto de nombrar —afirmó— permitió identificar al sujeto afectado, al agresor y al sistema que sostiene la desigualdad.
Sin embargo, advirtió sobre nuevas formas de borrado simbólico disfrazadas de inclusión:
“Cuando sustituimos la palabra ‘mujeres’ por términos como ‘personas menstruantes’ o ‘cuerpos gestantes’, volvemos a dejar fuera a las mujeres como sujeto político. La intención puede ser buena, pero el resultado es que desaparecemos nuevamente.”
Esto —añade— tiene consecuencias reales: dificulta denunciar la violencia obstétrica, registrar femicidios, garantizar derechos reproductivos o diseñar políticas públicas específicas.
“Si el lenguaje se vuelve neutro, la violencia se vuelve invisible”, subrayó.
La violencia económica: el motor silencioso del patriarcado
En el segundo eje de su conferencia, Reina profundizó en la violencia económica, un tipo de agresión que no deja moretones pero sí deuda, miedo, dependencia y silencio.
Explicó que la economía mundial se sostiene sobre el trabajo no remunerado de las mujeres, especialmente el cuidado: cocinar, limpiar, atender enfermos, criar niños, cuidar ancianos.
Ese trabajo sostiene la vida y aporta millones al funcionamiento social, pero no aparece en el Producto Interno Bruto de los países.
“Cada vez que una madre cuida a su hijo enfermo, el Estado se ahorra un servicio de salud. Cada vez que una abuela cuida a sus nietos, se sostiene la economía familiar. Pero ese trabajo no remunerado nunca se paga, nunca se reconoce y nunca se contabiliza”, apuntó.
Rey señaló que esta estructura es una de las principales razones por las que muchas mujeres no pueden salir de relaciones violentas:
“Cuando una mujer depende económicamente de su agresor, su libertad deja de ser una opción.”
Explotación sexual: la industria que capitaliza la desigualdad
La magíster también abordó cómo la explotación económica del cuerpo de las mujeres alimenta industrias multinacionales: prostitución, pornografía, trata de personas, alquiler de vientres y comercialización de óvulos.
Citando datos de Naciones Unidas, recordó que la trata con fines de explotación sexual mueve más de 100 mil millones de dólares al año, convirtiéndose en una de las industrias criminales más lucrativas del planeta.
“La violencia contra las mujeres se ha convertido en un negocio. Para que este sistema funcione, necesitan que existan mujeres pobres y sin alternativas”, sostuvo.
Asimismo, cuestionó el uso de eufemismos como “trabajo sexual”, que —según dijo— buscan suavizar prácticas sustentadas en pobreza, coerción o abuso. También criticó la comercialización de la capacidad reproductiva femenina, como el alquiler de vientres en contextos de inequidad.
“Nombrar y valorar: ese es el camino para desmontar la violencia”
Rey concluyó que la violencia contra las mujeres no es un accidente ni un fenómeno aislado, sino una inversión económica sostenida por un sistema patriarcal que obtiene beneficios materiales de la desigualdad.
“La alternativa es construir una economía para la vida, no para la violencia; una sociedad que reconozca el valor del cuidado, que castigue la explotación sexual y que promueva la autonomía financiera de las mujeres”, enfatizó.
Finalmente, recordó que el cambio empieza con algo tan elemental y poderoso como el lenguaje:
“Nombrar a las mujeres no excluye a nadie, pero borrar a las mujeres nos hace retroceder. Sin autonomía económica no hay libertad, y sin palabras claras no hay justicia. Recuperar el lenguaje es recuperar nuestro derecho a existir.”


