Hasta noviembre de 2024, mi mundo estaba limitado a los apacibles paisajes del interior de Panamá, pero en quince días atravesé culturas y geografías para llegar a la República Popular de China y participar en el Seminario de Propiedad Intelectual para la Región de América, auspiciado por el Ministerio de Comercio Chino y el Instituto de Inspección y Cuarentena de Calidad de Jiangsu. Esta oportunidad fue una inmersión académica y cultural que ampliaría mi carrera administrativa y visión global de lo que, hasta entonces a mi parecer podría llamar ingenio humano.

Mi viaje comenzó con una escala mágica en Ámsterdam, un breve prólogo que atizó mi fascinación por el mundo más allá del horizonte conocido. Al llegar a la República Popular China, la primera impresión fue algo mejor: aeropuertos que parecen ciudades, flujos constantes de personas y una energía vibrante que refleja un progreso imparable. En Changzhou, la calidez de la bienvenida, plasmada en un almuerzo festivo, fue el preludio de un seminario donde el conocimiento compartido traspasaba fronteras académicas y culturales, conectando a personas con un propósito común: aprender y crecer juntos.

El seminario desveló la esencia de un sistema robusto de propiedad intelectual que impulsa la innovación en la República Popular China. A través de ponencias de expertos; exploré desde la protección de patentes hasta la regulación digital, el papel de la tecnología y las aduanas en la defensa de la creatividad, complementado con una visita a la empresa Newtech Group, donde la innovación tecnológica se traduce en soluciones tangibles para industrias claves.

Dong Xian presentó un panorama monumental de China: con 9.6 millones de km² y más de 1.400 millones de habitantes, una estructura política compleja bajo el Partido Comunista, y un desarrollo económico vertiginoso. Destacan su infraestructura de clase mundial, como la red ferroviaria más extensa del planeta y gigantescos puertos, que son muestra de una transformación sin precedentes. Su política exterior, basada en el respeto mutuo y la coexistencia pacífica, refuerza su compromiso con la estabilidad global, visible también en su rol activo en misiones de paz y el Consejo de Seguridad de la ONU.

Entre las ponencias académicas más destacadas se encuentra la de Luo Fulin sobre el sistema de patentes reveló a China como líder mundial en innovación, con casi la mitad de las solicitudes globales de patentes. El sistema protege modelos de utilidad, diseños e inventos con duraciones que varían entre 10 y 20 años, soportado por tribunales especializados incluso en el máximo nivel judicial.

Pan Li: abordóla regulación digital, destacando estrategias contra la competencia desleal y prácticas monopolísticas en internet, demostrando un enfoque proactivo ante los retos tecnológicos actuales, como la manipulación de clics y discriminación de precios.

Rao Xiancheng: electrizó la audiencia con una visión de innovación tecnológica, resaltando la integración de tecnologías disruptivas como la IA y Big Data, y los retos legales que estas plantean, reforzando la gestión y cooperación internacional en propiedad intelectual.

Sha Jie: explico el papel crucial de la protección aduanera, con capacidades legales para detener mercancías infractoras, multas, confiscaciones y una cooperación internacional coordinada para combatir la piratería.

Shi Tingting: mostró la madurez judicial china en el análisis de casos reales de infracción y competencia desleal, evidenciando un sistema firme y sofisticado contra prácticas ilegales y litigios maliciosos.

Los fines de semana se transformaron en ventanas culturales. En Shanghái, los rascacielos desafiaban la gravedad, mientras que en el río Huangpu la arquitectura colonial narraba un pasado cosmopolita. En Dangkou, la tranquilidad de sus aguas y la imponencia de la Pagoda Tianning, que une espiritualidad y arte, dejaron una impresión de respeto y serenidad.

El almuerzo de despedida fue un emotivo cierre, teñido de gratitud y promesas de mantener los lazos creados. Risas, música y bailes de diversas culturas mostraron que más allá de la distancia, compartimos un deseo común: aprender y conectarnos algo más.

Regresé con una maleta llena de recuerdos imborrables, un cuaderno repleto de aprendizajes y un corazón transformado. La grandeza de una nación no solo se mide en avances tecnológicos, sino en la calidez de su gente, el respeto por su historia y la visión con la que construye su futuro. Este viaje me convirtió en un ciudadano del mundo.

Quiero expresar mi agradecimiento inmenso a la Magister Narcisa Jaén Lorenzo, al Excelentísimo Rector de la Universidad de Panamá, Eduardo Flores Castro y a la Embajada de la República Popular China en Panamá, por hacer posible esta experiencia transformadora que deja una huella profunda en mi vida.