El Camino Real y el Camino de Cruces: la ruta que unió al mundo desde Panamá
Cuando se habla de globalización, la mayoría piensa en contenedores, puertos modernos, medios de comunicación y tratados comerciales. Pero sus orígenes son mucho más antiguos. La globalización no nació en el siglo XX, ni siquiera en el XIX: sus raíces se hunden en caminos de piedra, lodo y selva que cruzaban el istmo de Panamá hace casi quinientos años, estos fueron el Camino Real y el Camino de Cruces.
Como señalan los historiadores Patricia Pizzurno y Celestino Araúz (1991), “la ruta del Camino de Cruces se estableció como la principal vía de transporte de mercancías y personas, mientras que el Camino Real, de dificultad superior, se reservó casi exclusivamente para el transporte del tesoro real.” Sin estos caminos, la maquinaria del Imperio español habría sido mucho más lenta y costosa.
Durante la época colonial, Panamá se convirtió en el puente comercial más importante del Imperio español en América. Según el historiados Castillero Calvo “Por estos caminos transitaban riquezas como el oro, la plata, las perlas y las mercancías procedentes del Perú, con destino a España.” Las carretas, mulas y hombres que recorrían el Camino Real no solo transportaban tesoros, sino también, mercancías textiles, especias y otros bienes de la corona.
No obstante, detrás de esta ruta colonial se esconden historias de dolor y resistencia. El trabajo forzado de los pueblos indígenas y de los africanos esclavizados hizo posible la construcción y mantenimiento de estas rutas. Mientras Europa celebraba su prosperidad, en el istmo se sostenía, con sacrificio humano, el flujo de una economía extractiva que poco beneficiaba a quienes la hacían posible.
Además, de ser factores de caminos, también fueron corredores culturales por donde circulaban ideas, lenguas, mitos, leyendas, costumbres y creencias que dieron forma a una identidad más profunda.
Cinco siglos después, Panamá continúa desempeñando un papel estratégico en el comercio global. El Canal de Panamá cumple hoy la misma función de conexión entre océanos que en su momento tuvieron el Camino Real y el Camino de Cruces con la diferencia histórica de ser protagonista de su propio destino.
Caminar por los vestigios de estas rutas coloniales es recorrer los orígenes de la globalización. Son testigos silenciosos de cómo comenzó el intercambio económico y cultural que es parte del Panamá Colonial su valor trasciende lo histórico: nos recuerda la importancia que tenemos como, corazón logístico de las Américas.
Estos fueron mucho más que senderos comerciales. Representaron la primera gran ruta global del continente americano, uniendo océanos, movilizando riquezas, cruzando culturas y dejando huellas que siguen vivas en nuestra memoria colectiva.
Reconocer su importancia no es mirar al pasado con nostalgia, sino entender el papel de Panamá como eje histórico de la globalización y valorar su herencia como parte esencial de nuestra identidad nacional, su función no se basó en la producción de bienes, sino en facilitar la extracción y el transporte de las riquezas saqueadas de otras colonias americanas.
Bibliografía
Araúz, C. A., & Pizzurno, P. (1991). El Panamá hispano (1501-1821). Diario La Prensa.
Castillero Calvo, A. (2014). El Camino Real y el Camino de Cruces: vías coloniales del istmo de Panamá. Panamá: Universidad de Panamá.
La autora es estudiante de Maestría en Historia de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos


