2025: "Conmemorando el XC Aniversario de la Universidad de Panamá"


Los Conflictos Armados y los Intereses de los Grandes Capitales, una Opresión para la Clase Obrera

Por: Luis Antonio Montero Peñalba | Publicado el: 30 October 2025



En el mundo contemporáneo, las guerras pueden clasificarse de múltiples formas: justas, injustas, revolucionarias, nacionales, civiles, ideológicas o incluso socialistas. El teórico ruso Vladimir Ilich Lenin subrayó el papel fundamental de las masas populares en los procesos históricos marcados por conflictos bélicos. Para él, los trabajadores organizados poseen la capacidad de transformar una guerra imperialista en una guerra civil con fines revolucionarios.

En épocas pasadas, los conflictos armados eran impulsados principalmente por los intereses expansionistas de monarcas y grandes capitalistas, quienes emprendían guerras de carácter criminal, cuyos efectos recaían mayoritariamente sobre la clase obrera. Estas contiendas servían para incrementar aún más la riqueza de las élites dominantes. No obstante, también han existido guerras impulsadas por la clase trabajadora, consideradas legítimas por su carácter emancipador: luchas contra la esclavitud, la explotación capitalista, la opresión o la pobreza. En este sentido, la dialéctica contemporánea plantea la posibilidad de una coexistencia pacífica entre sistemas políticos, sociales y económicos distintos a nivel global.

En la actualidad, algunos pensadores del siglo XXI, en el contexto de la globalización, han propuesto la necesidad de una mayor socialización de los Estados. Esto se debe a que la globalización, la persistencia del hambre, el auge de movimientos de izquierda, los conflictos regionales, el terrorismo y el narcotráfico están empujando a las sociedades hacia una transformación social de gran magnitud.

Las causas profundas de la guerra están vinculadas, fundamentalmente, a las relaciones económicas y a los antagonismos derivados de la existencia de clases sociales. La propiedad privada de los medios de producción y la explotación sistemática de un grupo social por otro han generado conflictos por la apropiación de territorios, mercados y recursos, así como por el control sobre la fuerza de trabajo humana. De esta manera, las guerras no son fenómenos aislados, sino expresiones directas de las estructuras de poder propias de las sociedades divididas en clases.

La guerra es, por tanto, un fenómeno característico de las sociedades clasistas. Sus causas concretas se hallan en las contradicciones tanto internas como externas que se producen en momentos históricos específicos. Aunque las guerras pueden ser aplazadas o incluso evitadas temporalmente, las condiciones estructurales que las generan persisten, y pueden verse agravadas por diversos factores contextuales: desastres naturales, crisis ecológicas, problemas sociales o económicos, especialmente en los países en vías de desarrollo.

Considerando todas estas causas, se evidencia que los conflictos armados actuales tienen su origen en las relaciones sociales y económicas basadas en el dominio, la desigualdad y la concentración de los medios de producción en manos de unos pocos. Esta estructura de poder genera profundas tensiones sociales y un creciente “malestar” global. Paradójicamente, mientras la humanidad avanza en términos de desarrollo tecnológico y científico, también se intensifican las contradicciones sociales, lo que conduce al mundo hacia escenarios cada vez más propensos a nuevos conflictos y guerras.

Uno de los primeros elementos que se destaca es que la guerra en América Latina posee un fuerte carácter estructural, ya que surge como consecuencia de la concentración de la riqueza, la desigualdad en el acceso a la tierra, la marginación de amplios sectores de la población y la falta de canales democráticos para la resolución de conflictos. Estas condiciones estructurales hacen de la violencia una forma de expresión social cuando otras vías han sido bloqueadas o deslegitimadas por los poderes establecidos.

La guerra, en su forma más cruda, ha sido utilizada tanto por el Estado como por grupos insurgentes. El texto subraya cómo los Estados latinoamericanos han empleado la violencia como mecanismo de control social, legitimándola bajo el discurso del orden, la seguridad nacional o la lucha contra el comunismo, especialmente durante los años de dictaduras militares. Esta visión reduccionista criminaliza la protesta social y oculta las causas profundas de la rebelión popular, como la pobreza extrema, el racismo, el despojo territorial y la exclusión política.

Por otro lado, se analiza la base social de la guerra, es decir, los sectores que participan o son directamente afectados por los conflictos. Se señala que campesinos, pueblos indígenas, trabajadores urbanos e incluso niños y jóvenes han sido reclutados o arrastrados a la guerra, ya sea por coerción, necesidad o convicción ideológica. Estos grupos, históricamente marginados, no solo son víctimas, sino también protagonistas de procesos de resistencia armada frente a sistemas injustos.

En muchos casos, la guerra se convierte en un campo de disputa entre proyectos políticos excluyentes y propuestas populares de transformación social. Así, los movimientos guerrilleros o insurgentes surgen en contextos donde las vías democráticas han sido canceladas o cooptadas por élites dominantes. No obstante, el texto también alerta sobre los peligros de la militarización de la política y los costos humanos de los enfrentamientos armados, particularmente para la población civil.

Otro aspecto clave es la relación entre la guerra y los intereses económicos transnacionales. Multinacionales, oligarquías locales y actores externos han influido y se han beneficiado de los conflictos, promoviendo modelos extractivistas o represivos para salvaguardar sus intereses.

Finalmente, concluyo comprendiendo que la guerra en América Latina implica asumir su carácter histórico, estructural y social, y que toda apuesta por la paz duradera debe ir acompañada de transformaciones profundas que aborden las causas que originan y perpetúan la violencia. La paz, en este sentido, no es simplemente ausencia de guerra, sino justicia social, dignidad y equidad para los pueblos.

El autor es Doctor en Filosofía (PhD.). Licenciado en Economía, Magíster en Planificación Nacional y Economía y Catedrático en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

La responsabilidad de las opiniones expresadas y la publicación de los artículos, estudios y otras colaboraciones firmadas, corresponde exclusivamente a sus autores, y no la posición del medio.

Buscador

Ingresa y escucha nuestros PODCAST



Click y Descarga Logo Oficial