Para el historiador norteamericano Robert J. McMahon (2016) la Guerra Fría se basó fundamentalmente en el choque de dos visiones para un orden geopolítico mundial para el periodo de postguerra, es decir, entre los antagonistas ideológicos principales de los Aliados de la Segunda Guerra Mundial, por un lado, Estados Unidos y en menor medida Reino Unido y, por otro lado, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Pettinà (2018) distingue tres corrientes en el estudio de este periodo: ortodoxos, revisionistas y postrevisionistas, todos estos enfoques entienden esta conflagración como una disputa entre Estados Unidos y la URSS —y sus periferias—, añadiendo un peso a diferentes factores institucionales como el Congreso, la secretaria de Estado (EE. UU.) e instancias de inteligencia y geopolíticos cuando se consideraba una infracción en el reparto geopolítico.

Pese al reparto de espacios y territorios de influencia entre los Aliados en Europa, Asia y África, cada uno de estos actores miraba con recelo al otro, —una frágil alianza— esto se tradujo en una política de espionaje global, saboteo económico y militar o la intervención directa en conflictos desarrollados en regiones bajo la influencia de uno y otro, como fue el caso de la guerra de Corea, en donde se articulaban ambas posiciones. Esta confrontación operaba de forma indirecta, ya que ninguno de los dos países se agredía directamente en su territorio, si no que los conflictos bélicos se desarrollaron en sus espacios de influencia y en aquellos que se sumaran como nuevos espacios en disputa en el transcurso del tiempo. La Guerra Fría tiene sus inicios en el contexto de agosto de 1949, cuando la URSS hiciese detonar su propia bomba atómica, un hecho que rompe con la virtual hegemonía militar de los Estados Unidos como única potencia atómica.

Así pues, hablar de la Guerra Fría es referirnos al conflicto que domino y en mucha medida determino el curso de los principales conflictos regionales a escala mundial, con una marcada influencia en diferentes dimensiones de la vida cotidiana

de los pueblos. En el caso de América Latina, las guerras de insurgencia en Colombia y Cuba desembocaron en un canal directo de influencia para la URSS, esto profundizo más el recelo de Estados Unidos que bajo la egida de la Doctrina Monroe vio vulnerado su espacio natural de influencia.

La guerra de Corea y las luchas de liberación nacional en el sudeste asiático sentaron las bases para la Conferencia de Bandung (Indonesia), un antecedente necesario para la conformación posterior del Movimiento de los Países No Alineados, una plataforma de alianzas de países de todo el sur global sometidos por naciones europeas o Estados Unidos, que en 1955 erigiría al líder egipcio Gamal Abdel Nasser en un líder mundial y le animaría en su lucha por la recuperación del canal de Suez. Esta organización era percibida como un brazo político de la URSS, para incidir en los espacios de influencia de otras potencias aliadas.

La Guerra Fría es un marco internacional, pero su impacto en Panamá tiene particularidades únicas debido a la presencia estadounidense en la Zona del Canal, la década de 1940 y 1950 sentaron la base para la organización de movimientos sociales y organizaciones políticas como el Partido del Pueblo, que era el nombre del Partido Comunista de Panamá.

Este nivel de organización en Panamá se manifiesta en brotes de acciones patrióticas y luchas gremiales por la soberanía, la educación y el mejoramiento de las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora. Así la historiadora panameña Patricia Pizzurno (2010) describe este periodo como la etapa la historia panameña en donde se sientan las bases de la descolonización y reinvención de nuestra identidad nacional, sin embargo, entre la década del 1950 y 1960 en Panamá estaba asentada una democracia profundamente racializada y clasista.

La Guerra Fría en Panamá se manifestó en diferentes espacios y dinámicas sociales, evidenciando la lucha ideológica subyacente entre los enfoques hegemónicos en el plano internacional. La prensa, la academia y el marco jurídico fueron algunos de los muchos espacios de esta disputa ideológica en Panamá, la articulación de una narrativa y censura contra los movimientos sociales. Sin embargo, es este periodo es en donde se da un influjo de fecunda producción intelectual que pensó la identidad, el ser panameños y la soberanía.

Pizzurno destaca la reacción de los intelectuales en este periodo, así es posible encontrar en la obra de pensadores panameños de la talla de Isaías García Aponte, Octavio Méndez Pereira, Diego Domínguez Caballero, José Isaac Fábrega, Roque Javier Laurenza, Diógenes De La Rosa, Rodrigo Miro, Carlos Manuel Gasteazoro y Ricaurte Soler, una reflexión de diferentes problemáticas de la nación panameña.

La relación causal presentada en este documento es susceptible a la discusión epistémica sobre la base del paradigma positivista, no obstante, nuestro enfoque parte del desarrollo de la ciencia histórica y la reflexión sobre su quehacer actual, marcando la necesidad de ofrecer enfoques alternativos como la historia

cultural desarrollada profusamente en Reino Unido, Francia y Alemania, cuyos exponentes principales encontramos a P. Burke, R. Samuel y E. Thompson.

Referencias bibliográficas

McMahon, Robet. (2016). La Guerra Fría, una breve introducción. Alianza Editorial.

Pettinà, Vanni. (2018). La Guerra Fría en América Latina. El Colegio de México.

Pizzurno Gelós, Patricia. (2010). Memorias e imaginarios de identidad y raza en Panamá siglos XIX y XX. Editorial Mariano Arosemena, Instituto Nacional de Cultura.

El autor es estudiante de la Maestría en Historia de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos, Centro Universitario de Panamá Oeste.